Señor, sabemos que somos débiles y frágiles. No nos importa reconocerlo en medio de una sociedad en la que triunfa el fuerte, el que da la mejor imagen, el que llega más alto, el que parece más perfecto…
Sin embargo nosotros sabemos que una y otra vez tropezamos en el intento de seguirte. Te ofendemos con algunas de las decisiones que tomamos y de las cosas que hacemos. Te hacemos daño a ti y a nuestros hermanos. No podemos evitar nuestra vulnerabilidad a tantas “tentaciones” del día a día, a tomar el camino fácil y a ceder a nuestros falsos dioses.
Pero somos conscientes de ello y queremos cambiar, Señor. Queremos ser seguidores de tu causa, y luchar por tu Reino. Por ello desde nuestra humildad te queremos pedir que perdones nuestras ofensas, queremos sentir tu perdón de Padre.

Cuando se iba de allí vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió. 
Estando Jesús en la casa, sentado a la mesa, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron con él y sus discípulos. Al verlo, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?”. Él lo oyó y contestó: “No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos. Vayan a aprender lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios. No vine a llamar a justos, sino a pecadores” (Mc 2,13-17)

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