Al igual que Jesús, que se dejó amasar por el Padre; yo también quiero dejarme hacer, dejar que Dios me guíe y guíe mis pasos, escuchando cómo me va moldeando en mi vida, en mi día a día.

Me descubro como barro frágil que por sí solo no puede formar una vasija. Pero sigues manteniéndote cerca, aceptándome como soy y queriéndome así, dejas que me apoye en ti cuando el cansancio puede conmigo o cuando no encuentro una salida, y me ofreces ese descanso en Ti para poder seguir dejándome en las manos del alfarero.


Se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla, se ciñó. Después echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida. (…) Cuando les hubo lavado los pies, se puso el manto, se reclinó y dijo: ---¿Entendéis lo que os he hecho?  Vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que yo he hecho. (Jn. 13, 4-5.12-15).