Mi vida está llena de ajetreo, apretados horarios, idas y venidas. Hoy quiero pararme, mirar a mi alrededor, y sentir desde la tranquilidad y el sosiego cómo TÚ Señor estás presente en aquello que hace que me levante cada mañana y en todos mis quehaceres diarios. Al pararme detengo mi movimiento, trato de dejar fuera mis preocupaciones para descansar y disfrutar sólo del hecho de estar aquí junto a Ti, en tu presencia.


Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: “¿De qué vais conversando por el camino?” Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días?” Jesús preguntó: “¿Qué cosa?” (Lc 24, 13-18).