Hoy puedo volver a contemplar el misterio de la Navidad y volver a sumergirme en esta historia que año tras año toca el corazón. Como una invitación a dejar que toque mi vida más allá de estos días de Navidad. Una invitación a llevar este modo de ser de Jesús a otros.

Sí Señor; Tú te hiciste carne entre nosotros eligiendo el frío, la soledad, el abandono y la pobreza. Aprendiste a crecer con lo necesario y eso hizo que tu vida fuera siempre un mirar con otros ojos la realidad que te rodeaba: estar cerca del pobre, del necesitado, del que lo ha perdido todo, del que sufre, del que llora...


“... y María envolviéndolo en pañales lo acostó en un pesebre porque no había sitio para ellos en las posadas...” (Lc. 2, 7).