En esta oración buscamos la mirada de Jesús. Nos imaginamos que tenemos a Jesús delante, clavamos nuestros ojos en los suyos y descubrimos una mirada impresionante. Sólo nos centramos en sus ojos y dejamos que poco a poco nos invada su presencia.
Jesús me ve. No paso desapercibido para él, no soy uno más. Sin que yo haga nada especial para llamar su atención Jesús me encuentra, me presta atención, y detiene sus ojos en los míos para que sienta su compañía y su cercanía.

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
(del Salmo 138).