Como Moisés ante la zarza ardiendo, me acerco a este terreno sagrado que es mi vida, me descalzo de preocupaciones, de agobio y trabajo, y avanzo desde lo que soy, para poder hacer un hueco a Dios y darme la oportunidad de descubrirlo en lo cotidiano.

Voy descubriendo que no te quedas en lo sencillo de una conversación vacía; sino que, vas más allá de lo que expresa y encuentras la sed de la persona, la escuchas y profundizas en su propia búsqueda.


Jesús, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al pozo. 
Era mediodía. 
Una mujer de Samaría llegó a sacar agua. 
Jesús le dice:
Dame de beber. (Jn. 4, 6-8).