La mujer del perfume es un personaje que nos habla de cómo Jesús siempre está atento al mundo interior de cada persona.

Cuando ella echó a andar deprisa por la calle siguiendo a Jesús y se atrevió a entrar en la casa del fariseo, todos la miraban con cara desagradable. Ella cerró los oídos a las críticas, porque deseaba profundamente encontrarse con Jesús. Su encuentro nos ofrece una rica oración.

Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. (Lc. 7, 37-38).