Es fácil dejarse llevar por nuestras pequeñas comodidades, por nuestro bienestar, por nuestras “seguridades”... Por eso es bueno llevar a la oración el dolor del mundo que a diario nos muestran los medios de comunicación para liberarnos de indiferencias y justificaciones. Acercarnos desde ahí a ese dolor “lejano”, contemplar el sufrimiento terrible de hombres, mujeres y niños. Mirarles, escucharles, sentirles con Jesús. Son nuestros hermanos los que sufren, lloran, tienen miedo, suplican, tienen hambre, son explotados, reprimidos, represaliados. Están en Sudán, Mali, Ucrania, Gaza, Libia, República Centroafricana, Afganistán, Irak, Sudán, Siria, Somalia...

Contemplar el mundo con Jesús nos sitúa como cristianos ante él: “Dios quiere abrirse camino entre nosotros para hacerlo más humano”. Para ello Jesús nos ofrece la mejor opción, nos cuestiona, nos moviliza, nos contagia de su coraje y de su fuerza. Para trabajar por el Evangelio desde lo que somos y desde donde estamos. En la denuncia, en la colaboración, acogiendo, orando, acompañando... Escuchemos en nuestro interior y sigamos con valentía las respuestas que nos ofrece Jesús.