En este inicio de la Cuaresma siempre resuenan en mí las palabras que escuchamos durante la imposición de la ceniza: “Conviértete y cree en el evangelio”. Una invitación que me recuerda que mi vida puede aspirar a más. Que mi seguimiento de Jesús todavía puede tocar aspectos de mi vida en los que no le dejo entrar. Que creer en el evangelio no es sólo un acto de la razón, sino que toca mi corazón, mis manos y mis pies para ponerme en acción. Por eso pido aprender a releer esta invitación que se me hace todos los miércoles de ceniza y sentir cómo hoy Dios me dice:
 Saca lo mejor de ti y arriesga por el evangelio.

El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos y dar la vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor. Después enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían sus ojos clavados en él. Y comenzó a decirles: -Hoy se ha cumplido el pasaje de la escritura que acabáis de escuchar. (Lc 4, 18-21)

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