La cuarta petición del Padre nuestro, “danos hoy nuestro pan de cada día”, es una petición solidaria con los pobres del mundo y hoy en día más necesaria que nunca. Una petición por aquellos que sufren, con los que tienen hambre, con los niños que no superan los primeros días, meses o años de vida por falta de alimentación, con los parados, los emigrantes, los exiliados… Pero una petición que a la vez le pide al Señor que me transforme interiormente, que me mueva y me implique para poner todo lo que tengo en sus manos y que se pueda producir de nuevo el milagro de los panes y los peces en nuestro mundo.

Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. (Mt 14, 19-21)


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